martes, 2 de octubre de 2018

El esclavo

Las puertas de la mansión eran de roble lustrado, reforzadas, los grandes ventanales también de madera, pero traída de bosques Italianos; era un material bien estacionado y que triplicaba en su precio al roble; tenía algunas ventajas decorativas, absorbía mejor las tinturas con lo cual la gama de colores era más amplia.
Esa era la razón fundamental por la cual Matilde Graciani de Petrocheli, la dueña de la mansión la había comprado, en uno de sus viajes a Italia.
En el jardín trabajaba desmalezando, uno de los esclavos de los señores; su nombre desde su nacimiento era Yaser Butui, pero al llegar desde África al continente Americano como esclavo y ser comprado por los Petrocheli, por orden de sus nuevos dueños fue bautizado y se le cambio su nombre original por el de José Bautista; era una manera más de hacerle perder su identidad, de imponerles una religión, de humillarlos.
Pero algo estaba cambiando en aquella sociedad, había murmuraciones, comentarios, que llegaban hasta los ranchos donde vivían hombres y mujeres, que realizaban la penosa tarea de servir a sus amos.
Las noticias provenían desde otro continente y se mencionaba que la Revolución Francesa esta triunfando y que los esclavos estaban siendo liberados.
Unos años más tarde Yaser Butui fue enrolado en las filas del ejército Argentino y ya libre de las cadenas que los esclavizaban defendió la reciente creada bandera celeste y blanca.
Dicen que la familia Petrocheli dono mucho dinero al Reino Español para que la revolución y sus protagonistas fueran derrotados.
Pero no siempre el dinero suele tener más fuerza que el deseo de libertad.

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