Se levantaba como todos los días a las 7 de la mañana, tomaba su café con leche mientras leía el diario; a las 8:00 salía para su trabajo de oficina, entraba, saludaba y se sentaba en su escritorio, tomaba como todos los días los distintos legajos que había sobre el mismo y se ponía a trabajar en silencio absoluto.
Cada tanto alguno de los compañeros le alcanzaba otra carpeta o le pedía retirar alguna de las que tenía terminadas.
Segovia lo miraba, le entregaba el material y seguía lentamente su trabajo sin siquiera dirigirle la palabra.
Los otros oficinistas se habían acostumbrado a la forma de ser de este hombre gris qué tenían como compañero... Exageraria si les digo que alguno de aquellos hombres que habían trabajado por más de 20 años en su mismo oficina conocían algo más que su apellido y que vivía en el barrio de San Telmo.
Solo cuándo alguno de sus compañeros se jubilaba, el se acercaba al escritorio del hombre que había cumplido sus funciones y le deseaba buena suerte.
Solo eso, luego volvía a su mundo interior, al que nadie parecía tener derecho a conocer.
Néstor O Salgado
.jpeg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario